La importancia del dolor
El dolor es algo que está presente a lo largo de nuestra vida. Aprendemos lo que es el dolor a una corta edad. Sin embargo, por algún motivo difícil de entender se nos educa para soportar el dolor y resistirlo. En algún sentido, vivimos en una sociedad en la que no es permitido quejarse demasiado. Por lo mismo, es fácil aprender a convivir con el dolor sin prestarle mucha atención. El dolor derivado de trastornos ortopédicos no es la excepción.
El dolor es parte de la vida. Nos define como seres sensibles, aunque a veces nos resistimos a reconocerlo. El dolor puede ser tan común o cotidiano que a menudo nos encontramos ignorando ciertos dolores o molestias que consideramos menores. Sin embargo, en la mayoría de los casos, dejar pasar por alto el dolor físico no es la mejor forma de cuidar nuestro cuerpo. Es importante tomar en cuenta que muchos de nosotros no somos especialistas en medicina y por lo tanto no estamos calificados para autodiagnosticarnos. Por ello, es necesario estar conscientes de que, ante la presencia de dolor, es indispensable recurrir a una opinión y valoración experta. Es recomendable que esta sea de un médico. Si se trata de dolor derivado de trastornos ortopédicos, debe consultarse a un médico especializado en trastornos musculoesqueléticos.
Para qué sirve el dolor
El dolor es una manifestación clara de que existe un daño en alguna parte de cuerpo, ya sea interna o externa. Dicho de otra manera, es la forma en la que nuestro cuerpo comunica o transmite que algo no está bien con él. Es una especie de alerta o llamada de auxilio. El dolor existe para ayudarnos a reconocer una situación potencialmente peligrosa. La función del dolor entonces es protegernos.
La evolución se ha encargado de dotar al cuerpo humano de esta función, que garantiza su supervivencia. El dolor es una estrategia, un rasgo adaptativo y representa una ventaja desde el punto de vista de la teoría evolutiva. Esto quiere decir que el dolor tiene un rol benéfico para nosotros, pues juega un papel decisivo en el mantenimiento o restauración de la integridad física. El dolor da información al cuerpo para que reaccione, se proteja y busque eliminarlo. Esta información llega a nosotros a partir de la experiencia sensorial del dolor.
Fisiología del dolor
Lo que nosotros llamamos «dolor» se refiere más bien a la sensación de dolor. Es decir, existe una cadena de procesos, de la cual la sensación dolorosa es solo el último eslabón. El dolor físico es el resultado de una señal, un mensaje bioeléctrico, que envían los receptores celulares al sistema nervioso cuando un tejido sufre algún daño. A partir de esta señal, el sistema nervioso genera la sensación de dolor. Además, cuando el mensaje llega al cerebro, este regresa a su vez a la médula espinal, otro conjunto de señales para aminorar su intensidad.

Cuando aumenta la intensidad de lo que hace daño al tejido, también aumenta la frecuencia de estas señales. La frecuencia de la señal que envían los axones, el cuerpo de las neuronas, es la que determina la intensidad del dolor.
Gracias a la sensación de dolor es que podemos saber que existe un daño. A esta alarma defensiva se le denomina dolor nociceptivo. Por ejemplo, cuando se acerca la mano al fuego, el cuerpo traduce la sensación de dolor como la información de que se está quemando y entonces la retira de inmediato. Si no se experimentara dolor al quemarse, no habrían ningún aviso por parte del sistema nervioso de que el cuerpo está en peligro. Si no fuera por el dolor, no tendríamos forma de enterarnos de esta llamada de atención. Esto evidentemente sería muy peligroso. Por ejemplo, existen personas que, debido a una insensibilidad congénita, no son sensibles al dolor. Las personas incapaces de sentir dolor normalmente mueren más rápido.
Atención del dolor
Todos alguna vez nos hemos lastimado y hemos experimentado dolor, ya sea por enfermedades, lesiones o alguna otra causa. Normalmente lo que hacemos es averiguar cuál es el motivo del dolor y buscar la forma de remediarlo. En el caso de las lesiones por accidentes, alguna práctica deportiva o actividad física, a veces es más fácil identificar la causa. Sin embargo, a menudo tratamos el dolor de manera general y poco cuidadosa.
Si ha pasado cierto tiempo de la lesión y aún sentimos dolor, entonces sabemos que no hemos sanado por completo. Por lo mismo, tendríamos que seguir protegiendo y cuidando el área lastimada. Este tipo de dolor, que surge de un daño, se le conoce como dolor agudo. Es especialmente importante poner atención al dolor cuando se vuelve un dolor recurrente. Lo mismo ocurre con el dolor derivado de trastornos ortopédicos. Debemos estar alerta sobre cualquier daño en los tejidos, ya que si no se atiende de manera oportuna, puede resultar en enfermedades articulares.
El dolor se clasifica de diferentes maneras. Por ejemplo, en función del origen, causa o localización. Además, otra forma de clasificarlo es según su duración. De acuerdo con la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, cuando el dolor es persistente hasta por seis meses, se le llama dolor agudo. Cuando el dolor rebasa este tiempo, se diagnostica como dolor crónico.
Dolor agudo
Se considera dolor agudo aquel que es causado por un daño a algún tejido específico o enfermedad. Es aquel que actúa como mecanismo de protección al organismo y advertencia de un daño real o inminente. Presumiblemente, la intensidad de este dolor es proporcional a la intensidad de la lesión o afectación del tejido u órgano. Cuando el dolor derivado de trastornos ortopédicos es agudo, normalmente cede al tratamiento adecuado con analgésicos y antiinflamatorios.
Dolor crónico
De acuerdo con la literatura médica, se considera dolor crónico al que prevalece por más de seis meses. En ocasiones es un dolor que dura años y alguna veces se convierte en el llamado Síndrome de Dolor Crónico. Por lo tanto requiere un tratamiento especial. El dolor es una experiencia compleja con múltiples dimensiones. Así mismo, el dolor crónico se debe a muchos factores y no necesariamente hay una sola causa identificable.
En ocasiones el dolor crónico viene acompañado de alteraciones del sueño, ansiedad, pérdida de apetito y depresión. Esto puede implicar un deterioro funcional en el organismo. Por lo mismo, es fácil notar que el dolor crónico implica un detrimento importante en la calidad de vida general del paciente. Por este motivo es importante saber cómo funciona el dolor y estar consciente de cómo debe atenderse.
Se estima que el 20% de la población padece dolor crónico, siendo el dolor lumbar uno de los más comunes. Esto se explica debido a que los trastornos musculoesqueléticos son el tipo de padecimiento que es más propenso a convertirse en una molestia crónica. En este sentido, siempre es recomendable atender el dolor desde sus primeras manifestaciones. Así como no dejar pasar por alto o ignorar lesiones en las articulaciones y huesos o esperar que estos sanen solos. Cuando una lesión no es bien atendida, suele empeorar con el tiempo. En particular, cuando la lesión sucede en huesos o articulaciones.
El papel de la memoria en el dolor crónico
Se ha realizado múltiples investigaciones alrededor del dolor crónico. Como en cualquier área de la ciencia, las conclusiones no son definitivas. Entre algunos neurólogos y neurofisiólogos destacados que se han dedicado a investigar y escribir al respecto se encuentran Jordi Montero, Arturo Goicoetxea y Lorimer Moseley. Las investigaciones sugieren que el dolor crónico está íntimamente relacionado con la memoria.
Si bien el paso del dolor agudo al dolor crónico no es tan directo, se cree que cuando alguien padece dolor agudo, se genera un mecanismo que establece una relación entre las sensaciones suscitadas por el dolor agudo — típicamente sensaciones y emociones molestas — y los recuerdos alojados en nuestra memoria.
Un dolor agudo genera mucha actividad neuronal en el sistema límbico. Este sistema es el que se encarga de regular las respuestas fisiológicas a determinados estímulos. También alberga, entre otras cosas, los instintos humanos: entre ellos la memoria involuntaria y las emociones. El dolor crónico es entonces una especie de error en el sistema cerebral automático e inconsciente de memoria. A partir de un dolor agudo y lo que esto implica en las respuestas emocionales del sistema límbico, se desarrolla una sensibilización de determinadas redes neuronales que memorizan esta sensación.
Dicho de otra manera, parece que el dolor agudo genera una memoria en nuestras estructuras cerebrales. De esta manera, puede alojarse ahí por mucho tiempo y reactivarse frente a estímulos o emociones similares con los que se asoció originalmente. Es necesario tomar en cuenta que no existiría el dolor crónico si no hubiera antes dolor agudo. Entre otras razones, es por esto que debe prestarse especial atención al dolor agudo en cuanto comienza a manifestarse.
Atención del dolor derivado de trastornos ortopédicos en el adulto mayor
Entre las poblaciones más vulnerables al dolor derivado de trastornos ortopédicos se encuentran los adultos mayores. Es natural que ellos tengan mayor desgaste de huesos y articulaciones. Existe registro de que entre 35% y 48% de los adultos mayores experimentan dolor a diario. Este porcentaje puede aumentar hasta 85% en casos de personas que viven en asilos.
Cuando se trata de esta población a veces se subestima sus necesidades y experiencias de dolor, y por ello no se prescribe ni se trata con la seriedad necesaria. Por otro lado, los adultos mayores a menudo asumen que el dolor es parte inevitable del envejecimiento y simplemente es algo que hay que soportar.
El tratamiento inadecuado o falta de tratamiento del dolor tienen consecuencias perjudiciales para el paciente y para su familia. Por ejemplo, depresión, ansiedad, deterioro cognitivo, alteraciones funcionales, así como disminución de la socialización y actividades de ocio.
Entre los adultos mayores el dolor crónico es mucho más común que entre personas jóvenes. Se estima que mientras un 17% de los adultos jóvenes padecen dolor crónico, el porcentaje en adultos mayores es de 57%.
Hay cosas que debe tomarse en cuenta sobre cómo viven los adultos mayores el dolor derivado de trastornos ortopédicos. Sabemos que ocurren cambios fisiológicos en el adulto mayor, como cambios en el sistema metabólico, cardiovascular, nervioso, etc. En cuanto al sistema musculoesquelético, se produce una disminución y atrofia de la masa muscular. A su vez, sobre todo entre las mujeres, son comunes condiciones como osteopenia y osteoporosis.
Otras alteraciones articulares que ocurren muy a menudo durante el envejecimiento son la osteoartritis, la artritis reumatoide y la espondiloartrosis. Estos padecimientos son especialmente discapacitantes debido al dolor y las limitaciones que conllevan.
Umbral del dolor en adultos mayores
También con la edad ocurren cambios en la percepción del dolor. Es común que el adulto mayor perciba un menor dolor frente a ciertas afecciones. Esto no significa que el daño que lo genera sea menor o inofensivo. Existen algunos estudios que demuestran una disminución en la sensibilidad frente a estímulos dolorosos en el adulto mayor. Un dato que ilustra este hecho es que alrededor del 40% de los adultos mayores experimentan poco o ningún dolor durante la peritonitis, obstrucción intestinal o neumonía.
Se estima que el umbral del dolor en ancianos es 15% superior al de los jóvenes. Este aumento del umbral del dolor naturalmente podría comprometer la función de alerta o advertencia del dolor frente a algún daño en los tejidos o enfermedad en el adulto mayor.
El dolor de espalda se presenta de manera crónica entre el 13% y 49% de la población de adultos mayores. Esta es considerada una de las dolencias que más afectan y repercuten en el estado de salud de los mayores de 65 años.
Dolor derivado de trastornos ortopédicos en el adulto mayor
Otra causa frecuente de dolor derivado de trastornos ortopédicos en el adulto mayor son las fracturas. Conforme envejecemos, vamos perdiendo densidad ósea y muscular. Una consecuencia natural de esto es el desarrollo de osteoporosis, artrosis, entre otros trastornos. Este daño y la disminución del tejido óseo también producen un dolor que se intensifica paulatinamente. La población femenina es más propensa a sufrir fracturas debido a osteoporosis, especialmente a partir de la menopausia. Se estima que las mujeres tienen 54% más posibilidades de fracturarse y presentar un cuadro particularmente doloroso.
Es por estos motivos que debemos sensibilizarnos respecto a las necesidades particulares de los adultos mayores. Es necesario ser conscientes del aumento del riesgo y susceptibilidad al dolor severo y persistente en ellos. Médicos y personas que conviven con adultos mayores deben esforzarse para proporcionar alivio del dolor a este grupo especialmente vulnerable.
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Fuentes
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